La noche del sábado quince de junio de 1991 me encontraba en Santa Brígida, junto a mi hermano Antonio, en un ‘guateque’ íntimo en la casa de mi querido Román Grau. Por aquel entonces yo sólo tenía diecinueve primaveras y una miríada de sueños. Estaba dispuesto a hacer puenting sin ser demasiado consciente de la tremenda aventura en la me iba a zambullir. Al día siguiente, un domingo radiante y nervioso, nos fugaríamos a vivir juntos mi Eva y yo. Sin embargo, ese sábado noche era sin duda, de fiebre y vértigo.
En el mismo encuentro, Román había invitado a unos pocos amigos del mundo de la música con los que trabajaba a diario y en ese grupo irrepetible estaban ni más ni menos, que los emergentes Coquillos. Fue una noche divertida y loca; y aunque yo no era muy seguidor todavía del grupo rockero canario, pues mis escuchas estaban por derroteros más académicos, percibí una energía indescriptible en aquellos compañeros de velada, unas ganas de comerse el mundo, de saltar, de compartir, de comunicar… Y allí estaba el duende Ginés, atrayendo a todo el que se encontraba en su órbita, con un magnetismo que muy pocas veces se contempla en un ser humano.
En el documental ‘Hasta el Amanecer’ se aprecia esto mismo que yo experimenté en aquella noche del 91, es decir, el derroche constante de energía, la búsqueda inagotable de la ola perfecta, la sonrisa abierta y el abrazo incondicional: la creatividad en su máxima esencia. Sin embargo, uno también puede descubrir al Ginés más íntimo, al que llora sin lamentarse, al soñador eterno, al filántropo convencido, al amante insaciable, al Peter Pan, a Alonso Quijano y a otros tantos personajes que en una coctelera se funden en la brutal experiencia humana de ser Ginés Cedrés.
También muestra el largometraje con una sinceridad absoluta, la paradoja del gran público, de las masas, que son capaces de corear infinitamente una canción solo de manera utilitaria, con el fin exclusivo del ocio, sin interesarse ni un solo instante por sus creadores o intérpretes; o como un hombre persigue continuamente un sueño y lo alcanza cada día sin dejar de buscarlo al día siguiente. Refleja claramente esa enquistada insatisfacción del artista máximo en su continuo devenir rupturista e idealista. Una cierta melancolía se apodera del espectador cuando Ginés aparca sus proyectos sonoros de rock para hacer escala momentánea en el silencio de una biblioteca pública y hacerle compañía a tantos personajes de libros que parecen haber sido inspiración de él mismo.
El documental ‘Hasta el Amanecer’ es dinámico, tierno, nostálgico y traslada al que lo visualiza una imagen muy profunda del artista que revolucionó el panorama de la música pop-rock en Canarias, para quien por encima de todo, la música es lo primero; al punto de reducir sus galones de actor principal para unirse a otra formación: Los Salvapantallas, con tal de seguir en el escenario y disfrutar de lo que más ama. Este detalle solo lo dignifica más si cabe, pues demuestra una humildad inusitada en artistas de su nivel y proyección.
Ginés es un Mirlo blanco y yo quisiera acompañarle en su vuelo ‘hasta el amanecer’.