Antes, mucho antes de que las palabras existieran, había ya sonidos.
Imaginemos que el primero de ellos fue el gran estruendo que ocasionó la vida.
Un big bang que resultó ser el primer gran concierto del que se tenga noticias.
Un concierto sin público porque la tierra era entonces un universo quieto y vacío en el que había peces, moluscos, anfibios y enormes helechos arborescentes de más de veinte metros de altura.
Pero no había hombres, ni mujeres, ni niños.
La naturaleza tenía ya su propia música cuando la especie humana todavía no la había hecho suya.
La música de la naturaleza era una música natural. Una música viva.
Sin instrumentos, pero repleta de ritmos que surgían de los torrentes y las caídas de agua. Del movimiento del mar y de las olas. De las rachas de viento y de las lluvias.
Era la música del sol y de la luna.
Después llegamos nosotros. Vinimos al mundo en África y la única razón por la que no desaparecimos para siempre, víctimas de animales feroces, del hambre o de las inclemencias del frío, fue porque decidimos buscar nuevas tierras.
Desde el principio de los tiempos hemos sido inmigrantes continuos. Hemos viajado hasta Europa, hasta Oriente, hasta América.
No nos hemos cansado de movernos y de conquistar nuevas patrias, aunque, a veces, nos hayamos sentido extranjeros en todos los sitios.
Pero no estábamos solos, cuando nos movíamos.
En nuestro deambular nos acompañaban las canciones. Teníamos canciones para dormir a los niños y para superar el miedo a lo desconocido.
Melodías para hacer más fácil el trabajo y canciones para la tristeza y para la alegría.
Y todas esas formas de cantar y de soñar un futuro unidos, ese mestizaje, ese cruce de culturas, es lo que nos ha hecho más fuertes, más necesarios. Una especie mucho más valiosa y más rica.
Porque hoy, de nuevo, como al comienzo de la vida, todos somos el mundo.
Dolores Campos-Herrero
Establecida en Las Palmas de Gran Canaria. Su labor como periodista se centró en los temas culturales, tanto en el centro territorial de Televisión Española en Canarias, de cuya plantilla forma parte desde 1987, como en periódicos como Canarias 7, Diario de Las Palmas y El País. Ha colaborado en revistas culturales como Quimera, El Urogayo, Liminar, Azul, La Fábrica, La Plazuela de las Letras y la Revista del Ateneo de La Laguna. Ganó el Premio Atlántico de Literatura Infantil con su narración Azalea.