Solo pueden contigo, si te acabas rindiendo
Si disparan por fuera y te matan por dentro
Llegaras cuando vayas, más allá del intento
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo
¡Cuánta cuerda se puede dar al mecanismo del tiempo para que cuando parece que el reloj empieza a desfallecer, se reavive el segundero y camine nuevamente buscando la siguiente muesca! ¡Cuánta mezcla de sólo una cosa! ¡Cuánto da de sí un concierto!
Recuerdo mucho a mi padre, aquel hombre sencillo que se levantaba antes de que el sol rasgara el cielo con su borde naranja, y que venía a mi cama, antes de partir a trabajar. Su gesto era el más sencillo del mundo. Sólo cogía el filo de la manta con su mano, tiraba levemente hacia arriba y me lo depositaba sobre mi oreja, tapándola. Yo lo sentía casi siempre hacerlo, pero permanecía con los ojos cerrados y con el alma abierta. A partir de ese instante ya podía aparecer la mañana, porque tenía impregnada en mí la seguridad de ese asocamiento tan simple, cariñoso, entregado… me infundía tranquilidad y, al mismo tiempo, confianza. Y es que este “soquito”, y todas esas manifestaciones de acogimiento así, han sido algo muy nuestro. Lo llamarán de diferentes formas en otros lugares, pero aquí, en nuestras islas y con nuestra forma de entender las cosas, a ese calorcito que ayuda a establecerse, se le llama “soco”.
Llegué con la oreja destapada al Paraninfo, como siempre. Es cierto que uno sabe ya que la manta de la Orquesta Universitaria Maestro Valle de la ULPGC es siempre cálida, con su acogedora sábana de coralina debajo. Pero claro, eso tenía que volver a cumplirse. El programa “SOCO” volvía a repetir la iniciativa de esta orquesta de posibilitar que el alumnado del Aula de Composición del Conservatorio Superior de Música de Canarias realizara arreglos y adaptaciones sinfónicas de grupos e intérpretes canarios. Expectantes estábamos todos. Se apagaron las luces del patio de butacas y comenzó el calorcito.
La presentación inicial dio paso a la primera obra de la noche, “El Continente Imaginario” de Miguel Ángel Linares. Esta obra, disponible exclusivamente en una grabación, era un estreno realmente en lo que se refiere a la interpretación pública, según el guion del presentador. Un pequeño cuento de un náufrago, que nunca llegó a tener claro si su sueño de naufragio había sido o no cierto, antecedió a la pieza. Concebida para guitarra solista y orquesta, y creada por el compositor hace casi veinte años, comenzó a sonar en la lira para acabar también ahí, con una nota resonante. En medio de esos bordes sonoros se desarrolló una música que basculó entre una primera parte con la orquesta más protagonista que el solista hacia una segunda parte en la que las seis cuerdas de la guitarra del maestro José María Ramírez se impusieron a la orquesta en textura, intensidad y prestaciones. En no más de cinco minutos había dejado el compositor, presente en la sala, una atmósfera cíclica, un transcurso musical sobre el sueño del náufrago, una indistinción entre realidad y sueño.
El primer arreglo que sonó fue el de Los Gofiones, con tres temas habituales en ellos como la “Isa de Candidito”, la “Isa del milagrito” y su buque insignia, “Gran Canaria”. El arreglo tuvo sus momentos peculiares como fue la exposición inicial del tema de “Candidito” en la tuba, y el sonido de caja de música de flautín y oboe en el “Milagrito”. Luego, en “Gran Canaria”, con esa melodía de canto a esta isla que nos remueve el apego, la pertenencia, y no en el sentido del ombliguismo, sino de la vivencia de este trozo redondo de tierra volcánica en la que habitan día a día nuestras vidas y sobre las que se asoman las ilusiones. Nunca la había oído en duo flauta-oboe, pero sonó… ¡vaya que sí sonó!. Tras Los Gofiones, Taburiente. Oír “A la Caldera” es sentir lo que Luis Morera expresa con su voz, ese “fortaleza azul, canto natural, que emerge de la tierra”. La obra tuvo ese bello inicio, progresivo en sonoridad, para luego transformarse en “Ach Guañac”, con la que transcurrió la mayoría del tiempo el arreglo, quizás demasiado. A continuación sonó el que probablemente sea el primer arreglo sinfónico de Efecto Pasillo, dada su cercana historia de vida. La introducción estuvo muy “sinfónica”, dando paso a “No importa que llueva” y a la delicadeza de las primeras notas del “Pan y Mantequilla”, con los vientos madera recreando melodía y acompañamiento.
Había ya temperatura en la sala, había pasado casi la mitad del concierto y ya estábamos todos muy metidos en situación. Y nos llegó José Vélez y su arreglo sinfónico. Previo a sonar, el maestro José Brito “subió una bandera”, la enarboló, dando el lugar que se merece a creadores que hicieron y hacen de la música, de las melodías, la sintonía de un pueblo. En el cantante de Telde, en el “Canarito”, se cumple en casi todos sus temas. Uno, por edad, disfrutó mucho de la música de este excelente cantante, denostado artificialmente con absurdas imitaciones y representaciones televisivas, pero que tuvo y tiene un recorrido artístico como casi ninguno ha tenido. Un reconocimiento no sólo aquí, en su tierra, sino en toda Hispanoamérica. La obertura del medley, corta y bella; el “Canarito” me hizo recordarlo cantando “en el sitio más bonito, de esta tierra extraordinaria”; el “No, por favor”, coreado por el público a invitación del director de la orquesta; el “Canario Latinoamericano”, de sus éxitos más recientes y, sobre todo, “Vino Griego”, su primer éxito y una canción de una belleza increíble por el ritmo pausado y original que posee. Un gran arreglo sinfónico de este increíble cantante.
Y llegó Rosana. Ahí sufrimos todos un ataque de emoción. Fue un arreglo de una calidad especial, porque no perdió nada de la esencia de los temas de la cantante lanzaroteña. Las primeras notas del “Si tú no estás aquí” nos removieron totalmente. Si la canción es en sí de una profundidad increíble, oírla en una orquesta… marca. El detalle de fundir este tema con “Talismán” da muestra de la calidad de la arreglista, porque fue antecediendo lo que iba a suceder, fue transformando la balada ¡¡en un tango!! En la vida me hubiera esperado eso, pero sucedió. Un tango con un solo increíble de trompeta desarrollando la melodía. Pero nos aguardaba otra sorpresa: el arreglo de “Llegaremos a tiempo”. Aquí ya se me desbordó el alma. Tras una breve introducción, llegó la melodía, interpretada por el oboe. ¡Uff!. Hay que vivirlo… ¡Qué bella canción y qué desarrollo del tema en uno de los momentos mágicos de la velada! Sonaron el oboe, las cuerdas, el saxofón alto, la guitarra eléctrica… A cada fragmento de melodía en cada instrumento que intervenía, subíamos un peldaño más en la escalera del entusiasmo vital… todo cocinado despacito, a fuego lento…
“Contamíname”, de Pedro Guerra, fue la primera de las dos obras con coro. La idea del arreglista: perfecta, con incorporación de percusión corporal, movimientos y onomatopeyas en las voces. La interpretación, increíble. Es que es difícil mejorar un tema como este, pero así fue. Nunca lo había oído así, nunca me había gustado tanto. El coro se empleó a fondo en las voces, impregnando cada “contamíname, mézclate conmigo” de una vitalidad y una invitación a vivir bajo el abrigo del otro.
Antes de la última obra de la noche, “En Busca de Valentina”, y tras la presentación del tema por parte del conductor de la velada, el maestro José Brito tomó la palabra para, entre risas, recordar al presentador que lo que había comentado de Mestisay se lo podía decir directamente a Manolo González, alma mater junto con Olga Cerpa del grupo. Esto propició que el autor de la canción agradeciera a la orquesta y al maestro Brito la inclusión del “En Busca de Valentina” como parte del programa, pero en el afán de que se oyera perfectamente su locución, José Brito llevó el micrófono a Manolo González…. Y esto se los cuento en un momento, déjenme hablarles de la parte musical primero. El arreglo de “En Busca de Valentina” fue, en mi opinión, grande, perfecto, de una creatividad inusual, presupuesta claramente, en alguien que estudia composición. Pero fue increíble. La introducción, creada sin elementos de la canción ya mostraba las “hechuras” del arreglo. Sonó la trompa, sobre el mullido sonido de las cuerdas, en un solo bellísimo, sutil… perfecto, lo cual propició una transición atonal hacia el verdadero comienzo del tema. Los chelos dieron paso a la percusión y empezó el ritmo de danza. La voz de la solista iba repitiendo el repicar del “ININAINA TIRINA”, preámbulo de las estrofas. Todo subió de intensidad. Entró el coro y la pieza se hizo mágica. Tras un travieso interludio, volvió la melodía nuevamente… y la calma. Rompió el arreglista la dinámica con un lento de fagotes, para retomar nuevamente la fiesta y la vitalidad de la canción, hasta el final, en el que un sutil pizzicato de cuerdas dio por terminada la pieza. Y de esta forma, la voz de esta música tan bella, la de Valentina, siguiendo al viento, la hemos de encontrar.
Dejé antes sin comentar las palabras de Manolo González. En su intervención, ya con el micrófono y de manera alta y clara, se manifestó con rotundidad en dos aspectos. El primero. Se enorgullecía de la oportunidad para los músicos arreglistas/compositores de que se pudieran enfrentar al mundo real; que no todo iba a ser componer estrenos sinfónicos mundiales, no, sino que en el mundo real había que arreglar también canciones sencillas o lo que fuera, pero había que estar ahí. El segundo. Se deshizo en elogios hacia José Brito…y es que es de justicia. En muchas ocasiones me he referido al Maestro Brito como alguien entregado a la orquesta, al proyecto, a todo… Pero parecía que ese mismo sentimiento, en la boca de Manolo González, estaba siendo expresado como la estima y el agradecimiento de todos nosotros hacia su figura. En palabras expresadas en aquel micrófono, el compositor de “En Busca de Valentina” manifestaba su admiración por él, porque construía cada día Canarias, por su entrega e implicación en que esta tierra fuera cada día mejor, trabajando en las generaciones futuras para darles una oportunidad de ser mejores seres humanos… Y esto es algo en lo que todos coincidimos. En cada corazón de cada niño o niña de Barrios Orquestados debe siempre haber un hueco de gratitud a José Brito y a todo su equipo. Los frutos ya se están recogiendo. Visiblemente emocionado, y antes de emprender el vuelo junto a Valentina, el Maestro culminó, de manera emocionada, lo dicho, diciéndonos “hoy se sientan en la orquesta seis músicos de Barrios Orquestados, algo bueno se está haciendo…”. Recibieron esos seis músicos, de pie, el aplauso a su esfuerzo y, en el mismo envío, iba el agradecimiento a todos esas personas motivadoras, facilitadoras, estimuladoras, que nos ayudan a construir Canarias. En esa noche del viernes se mencionó a Manuel Bonino, profesor de los compositores/arreglistas, el cual fue reconocido por la Orquesta, los alumnos y el público con un sonoro aplauso en gratitud a su trabajo creativo, desinteresado y entregado. Y también, es de un aliento importantísimo que otros creadores, como Miguel Ángel Linares y Manolo González, estuvieran compartiendo el momento, porque ellos también, con su esfuerzo, edifican humanamente esta tierra.
Empecé este texto con una estrofa de la canción “Llegaremos a tiempo” de Rosana. Lo haremos en muchos sentidos. Y fíjense que creo que lo haremos. Estamos en tiempo de conseguir nuestros sueños. Quedan instantes aún para impregnar nuestra vida de emociones únicas. Sigue existiendo un futuro lleno de esfuerzo… y de satisfacciones. Restan oportunidades para hacer un mundo mejor… Y aunque el esfuerzo podrá llegar a ser titánico, y el ánimo pueda resentirse, no nos rindamos, sigamos luchando, y verán que llegaremos a tiempo.