DESGRANANDO

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El bichejo salió de su cobijo arrastrando sus seis patitas y quedó perplejo al ver lo que acontecía ante sus ojos. Una maravilla infinitamente más grande que él había amanecido en aquel día, sin explicación aparente, de la noche a la mañana. Aquella arquitectura rubia se desplegaba ante él como un hallazgo sobrenatural. Caminaba lentamente con la dificultad que provocaba un suelo poco estable; sin embargo, al poco, comenzó a sentir que parte de la superficie que acariciaba sus pies se volvía fría y tersa a medida que se acercaba al monumento prodigioso, un templo minuciosamente decorado. La sorpresa y la curiosidad le acompañaban con igual intensidad: la sorpresa, por lo inesperado; la curiosidad, por desvelar quién o quiénes habían sido los demiurgos que habían logrado semejante belleza. Pensaba que si algo tan grande y hermoso se había podido conseguir en un abrir y cerrar de ojos, qué no se podría conseguir con millones de bichejos como él, con el nivel de organización que les caracterizaba. Se apoyó sobre lo que suponía debía haber sido uno de los artilugios con los que debieron haber construido aquel lumínico Titán arenoso. Observándolo, no podía más que alimentar su interés por conocer su esencia, pues pensaba que conociéndola todo lo que se propusiese en esta vida sería alcanzable. Estuvo tiempo absorto, sin parpadear, hasta que se agarró una de sus antenas y, como quien masajea su pensamiento para que las ideas fluyan con mayor celeridad, dijo:  Sigue leyendo

Dona y Dosos: La leyenda desconocida del nacimiento de la música

Dona y Dosos: La leyenda desconocida del nacimiento de la música

 

O de cómo Dona Tural y Dosos Tenido concibieron a Re.

 

Del imaginario atavismo nació una isla sin nombre en el Atlántico más sereno. Cerca de las costas galas, reposaba la isla bendecida, acariciada por una continua brisa que hacía de ella un lugar paradisíaco.

 

El único habitante se llamaba Dona y vivía sin mayores contratiempos que los de proveerse de los alimentos que la isla le proporcionaba. La vegetación frondosa facilitaba el abastecimiento y, por lo tanto, la subsistencia. Todo en apariencia resultaba idílico, pues nada sucedía que alterase la tranquilidad permanente tan deseada por cualquier morador con sentido común. Sigue leyendo

LOS NEVERWETS

Pájaros de papelEn el País de la Charca, convivían más o menos plácidamente todos los animales; unos mejor que otros, es cierto, pero eso ocurre en todas las charcas.

Desde que el agua quedó estancada en una época remota de lluvias torrenciales, ha existido de manera permanente un cierto hedor que hacía cuestionar su calidad entre los habitantes de la Charca. Por eso, desde que se conoce la existencia de la Charca, han existido ciertas desavenencias entre los pobladores de la ciénaga relacionadas con la calidad del agua y las preferencias para disfrutar de ciertos baños.

Compartían gustos y motivaciones similares, por cuestiones azarosas de la vida, personajes como Estatua-Erial, Farol-Sofista, Gallina-Fétida, Gaviota-Autista y Gnomo. Además, como no podía ser de otra manera, les acompañaban un sinfín de vecinos anónimos sin relevancia en la prensa local que cada mañana publicaba Búho-Tyrannus, una gran autoridad en la comunidad, tan respetada como temida, pues tenía el poder de la información. Sigue leyendo

MI VIEJO COLCHÓN

MI VIEJO COLCHÓNMe compré un colchón nuevo y me deshice del viejo, donde tantas noches había reposado mi cuerpo yacente después de cada jornada.

Los transportistas aparecieron con el nuevo y recogieron el viejo para liberar el espacio. Cuando salieron por la puerta no conseguían introducir al viejo en el ascensor.

-Pero si el nuevo es más grande y lo subieron ahí mismo, ¿cómo es que ahora no pueden introducir el viejo siendo más pequeño?. Les pregunté.

-A veces pasa, que el viejo viene tan saturado de sueños que no cabe en ninguna parte, además se suelen resistir a abandonar a sus dueños. Son realmente fieles a sus soñadores.

El Sanatorio

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—   Tómese la pastilla.

—   No.

—   Que se tome la pastilla.

—   Que no quiero.

—   Le hará bien; venga, tómela.

—   Que me hará bien… que me hará bien… Pero ¿por quién me ha tomado? ¿Por un loco? Se a lo que se refiere. Me hará bien porque me evitará el trabajo de pensar. Me ayudará a dormir, pero no ese descanso que hace descansar, sino ese que atonta y le hace a usted ganar tiempo para sus fechorías. Me tranquiliza, claro, pues pierdo la conciencia y ya no soy, para nunca estar donde debía estar. Conozco los efectos de sus píldoras inofensivas, pero yo no callaré hipócritamente como tantos compañeros que hablan solo cuando usted está lejos y el castigo de su magnánima presencia es invisible, fuera del alcance de sus ojos. Yo no callaré. Usted cree que todo lo controla con esos barbitúricos diminutos, con esas palabras biensonantes tan nocivas y esa sonrisa estudiada y acaramelada. A mí no me engaña. Yo vi su sombra antes de que apareciese. No se trata de escupir hacia arriba mientras llueve, pero tampoco de estar eternamente escondido bajo un portal hasta que escampe. Mojarse, mojarse hasta empaparse. Yo no soy como esos secuaces suyos que colaboran sin saberlo para perpetuar este sinsentido. Ustedes los prefieren, claro, pues critican (cuando lo hacen) exactamente lo que a ustedes les interesa que critiquen. Son capaces de ser impunes con el servicio del sanatorio de la ciudad de enfrente mientras callan una mancha negra y viscosa que rebosa por el suelo de la habitación de su vecino. Sus conciencias quedan libres o eso quieren creer. La connivencia es consciente, a pesar de que eludan su responsabilidad con el alegato del silencio: yo no hice ni estuve, solo callé. ¿Acaso no saben que callan cuando callan? Hay quienes a fuerza de repetir su falsa bondad terminan creyéndose buenos, pero la bondad no se consigue solo anunciándola como si de un cortejo real se tratara. Siguen siendo lacayos los lacayos, incluso en un cortejo real. Ustedes los prefieren porque refuerzan sus estrategias de control. Cuando así lo quieren, les dan tres pautas bien dirigidas para denunciar las leyes de racionamiento de otros centros y así no se ocupan del apartheid que viven en sus propias carnes: los re-sanos a un ala del edificio y los víricos a la otra ala. Pero queda tan bonito denunciar, le hace a uno su imagen tan digna, hasta heroica, sobre todo si el peso de la denuncia está a la vuelta de la esquina y no se ve. Dar esquinazo al deber no es tan fácil. La conciencia tiene la habilidad de seguirle allí donde vaya, sortea todos los obstáculos y, finalmente, allí está, a su lado de nuevo. Usted prefiere a los que asienten en su cara y lo aniquilan a su espalda, ¿verdad? Sigue leyendo

Reflexiones de un Contrabajo – José Brito

Sobre la Serenata para cuerdas Op. 48 de P. I. Chaikovsky, en forma de relato como homenaje al escritor ruso A. Chéjov

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Autor: Héctor Muñoz

Se recomienda la escucha previa a la lectura de este relato de la citada

Serenata para cuerdas Op. 48 de P. I. Chaikovsky.

Hago llegar el siguiente link para dicho propósito: http://youtu.be/_5sc0EnQC-o

La antesala donde me encontraba no era ninguna estancia cuidada en decorativos detalles, más bien era todo lo contrario: un lugar sombrío destinado al paso y de un aire incómodo. En ella solo había un moderno ascensor y el espacio inerte entre el backstage y un almacén repleto de olvidos. Ahí estaba yo, en una esquina, esperando que el trabajo viese su luz; sin prisas, como se espera de todo un buen contrabajo. La prisa nunca fue mi compañera; supongo que debido a mi singular naturaleza y a una irremediable tendencia a digerir las cuestiones de la vida lentamente. Mis ondas son amplias y eso me hace gozar de más tiempo para reflexionar sobre los procesos.

La aventura de aquella noche no era otra que la Serenata para cuerdas, Op. 48 en do mayor de Tchaikovsky; y digo aventura porque en eso consiste cada encuentro con nuestro público: un viaje apasionante a la imaginación, al sueño que es nuestra realidad. Mi vida ha sido larga y he visto muchas cosas que no están escritas en los libros de historia; pero que, sin embargo, fueron la carne de ellos: las emociones que despertaron, las acciones vitales que los crearon… Todo lo que no se veía, lo que realmente accionaba los acontecimientos más relevantes de nuestra historia, eso mismo es lo que gritaba a los cuatro vientos; bueno,… más bien lo susurraba, lo gemía, lo lloraba, lo celebraba… entre las paredes de estilo clásico, romántico, modernista o cualquier otro estilo por los que me ha tocado viajar. Sigue leyendo

Las cuentas del alma

Establecemos lazos emocionales como quienes crean deudas de por vida y procuramos por lo tanto que como tales, generen los menores intereses posibles. En ese intento de pagar menos a largo y medio plazo, vamos poniendo cortapisas a vivir libremente, porque eso supondría quizás acabarlos antes de lo previsto o de manera abrupta, lo cual puede llevar al banquero a aumentar los intereses o imponer una multa astronómica que no podemos ni deseamos pagar por nada del mundo.

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La vuelta a la isla

El mismísimo Artemi Semidan, Guanarteme bautizado con el nombre de Fernando por los reyes católicos fue quien nos vio partir. Allí nos encontrábamos con nuestras provisiones sonoras para el viaje, un poco de Sabina, Fito Páez, Supertramp, Eagles, Sabandeños… una mochila que prometía mucho, además de nuestro incondicional Silvio. Y en ese viaje nos sumergimos todos, los viajantes incorpóreos, Andrés y Yo.

La conversación parecía no tener inicio, como si ya hubiésemos estado hablando antes de pronunciar ni una sola palabra. El clima llevaba al estado, el estado al día, el día al porvenir, el porvenir a la existencia, la existencia a la gasolina y vuelta a empezar, pero siempre diferente.

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Y colorín, colorado… este cuento ha comenzado

Y la abuelita descubrió la zoofilia y amó al lobo desde sus entrañas, y nunca mejor dicho. Como una mantis religiosa devoró su amor desde dentro y lo engulló. El lobo se dejó querer pues vio en ella la ternura que nunca había visto en otro ser. Y así se convirtieron en uno siendo dos, mitad lobo, mitad abuela, un engendro inusitado del amor más prodigioso. Quién les iba a decir que tal adversidad los iba a unir de por vida.

Pocos eran los que apostaban por ellos. Ni siquiera Caperucita que había sido la artífice del encuentro, pues pensaba que no se podía amar a quien te come, pero nada más lejos de la realidad. No se come a quien se ama, pero a veces si que se ama a quien te come, sano o no sano, sucede. Las vueltas del amor solo las conoce el círculo.

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