Cinco segundos

Como diría el cantor poeta

de las miserias de su pueblo:

«eterna es la vida en cinco minutos».

Ni tanto fue, ni necesité tanto, para la eternidad…;

ni para saborear tu dulce aroma

y tu sonrisa.

 

No me hicieron falta

más que cinco segundos

para apoderarme de una sensación

de pesadumbre,

pues quise ser yo quien a tu lado estuviese,

quise ser el que dibujaba

tu sonrisa imborrable.

 

Y fue esa sensación

de peso de los días

que se almacenan como cajas,

sumada al gozo de tu imagen,

(la que) me acompañó en los mismos segundos

que duró tu silueta por mi ahogada visión,

tan aguda como para ver lo presente y

lo que se intuía tras un sinfín de detalles

que no apreció la multitud allí congregada

y que recogí solícito y con místico silencio

para mis adentros; ese universo nunca compartido,

nunca comprensible más allá del diálogo

de las palabras con mi suerte.

 

Una carga con olor

a inventario mohoso y olvido,

o perdido…

E imaginé tu cabeza en mi hombro

y ya no pesaba el tiempo

ni se abrían los pechos

de amores sin amor,

de pechos descarnados;

pero un tango asomaba

a medida que eras distancia

y la realidad me alejaba

de tu pelo y tu susurro,

que, aunque de él, lo sentí propio

durante esos segundos.

 

Fueron los segundos del presente

los que me hicieron

viajar al pasado

y revivir lo que seguramente

nunca ocurrió como ocurrió

o nunca quise perder,

y se esfumó entre mis dedos

como el agua y la sal

que a duras penas retienes

por unos instantes

en la orilla de la vida.

 

Caen a mis pies tus pasos

con la celeridad que llegaron

y los observo con la pena

de un apego infantil

poco sano;

caen a tus pies

sin tú saberlo ni desearlo,

el anhelo de un sueño compartido:

mi verso sobre tu verso,

mi espacio renombrado

en tu universo,

cayendo lento y esquivo,

secando la piel

y quebrando un aire

que se vuelve irrespirable.

 

Pero todo es la nada

y sana el tiempo igual

la desnudez que el abrigo,

el descuido que el celo,

el llanto que la risa;

pues nada encuentra

que no sea parte y todo,

parte del mismo encuentro

o el total del camino,

como tus cinco segundos

que a la eternidad

le supo a quimera,

a beso y silencio.