Piso tus huellas
sobre una cataplasma,
entre arena ceniza
y agua residual
que la espuma
nos regala.
Abierta la tierra
por el peso de tu paso,
repaso cada hendidura
copulando mi cementerio
de pensamientos.
Deja la plasta embarrada,
el ungüento de la mezcla
pegada a mis pies,
adherida sin querer,
como haces tú
sin pretenderlo.
Y la orilla
ahoga mis huellas.
Las inunda cíclicamente
hasta que solo queda
una silueta indeleble
en el espacio arenoso
de la playa.
De nuestra senda
nadie sabe más
que la luna y la mar.