Romance del Valbanera · J. Brito

LA HISTORIA

Visto con la perspectiva del tiempo, comprendo ahora que ya desde el principio nuestra suerte estaba echada. Tras recogernos en nuestros puertos isleños, con nuestras ilusiones intactas y una cierta incertidumbre por cumplir nuestros sueños, nos encomendamos a una tripulación novata; a un ancla rota en Santa Cruz de La Palma; y a un mal augurio del patrón, reforzado con el llanto premonitorio de la pequeña Ana.

La gripe se cebó con nosotros durante el viaje, apagando luces en nuestras almas. Y aunque en Santiago de Cuba muchos decidieron quedarse en tierra firme, dando vida a sus sueños y a su reencuentro con sus seres amados, los que seguimos en aquel vapor, el Valbanera, pronto acabaríamos desaparecidos en las aguas del olvido, removidos por un huracán que se llevó nuestras vidas aquel fatídico 9 de septiembre de 1919.

Aún hoy, nuestra tumba metálica, corroída, alberga sentimientos centenarios, reposando en la duda de un barco al que el destino no quiso dar una oportunidad.

ESTRIBILLO

Desde hace un siglo se escucha

el canto de las sirenas

que arrullan con su arrorró

las vidas del Valbanera. Sigue leyendo

DÉCIMA DEL CUERVO DE ZAMORA

http://www.estodotuyo.com/2010/12/07/guguy-la-leyenda-del-cuervo-de-zamora/

De un tesoro y un hombre

surge la leyenda cruel

que estremece por doquier

por el terror que no esconde.

El barquero de Caronte

entre quejidos se asoma

al caidero de Zamora

defendiendo su codicia.

Pena un cuervo que desquicia 

tras las sombras de la noche.

Julio-2017 La Aldea de San Nicolás de Tolentino

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Cinco segundos

Como diría el cantor poeta

de las miserias de su pueblo:

«eterna es la vida en cinco minutos».

Ni tanto fue, ni necesité tanto, para la eternidad…;

ni para saborear tu dulce aroma

y tu sonrisa.

 

No me hicieron falta

más que cinco segundos

para apoderarme de una sensación

de pesadumbre,

pues quise ser yo quien a tu lado estuviese,

quise ser el que dibujaba

tu sonrisa imborrable.

 

Y fue esa sensación

de peso de los días

que se almacenan como cajas,

sumada al gozo de tu imagen,

(la que) me acompañó en los mismos segundos

que duró tu silueta por mi ahogada visión,

tan aguda como para ver lo presente y

lo que se intuía tras un sinfín de detalles

que no apreció la multitud allí congregada

y que recogí solícito y con místico silencio

para mis adentros; ese universo nunca compartido,

nunca comprensible más allá del diálogo

de las palabras con mi suerte.

 

Una carga con olor

a inventario mohoso y olvido,

o perdido…

E imaginé tu cabeza en mi hombro

y ya no pesaba el tiempo

ni se abrían los pechos

de amores sin amor,

de pechos descarnados;

pero un tango asomaba

a medida que eras distancia

y la realidad me alejaba

de tu pelo y tu susurro,

que, aunque de él, lo sentí propio

durante esos segundos.

 

Fueron los segundos del presente

los que me hicieron

viajar al pasado

y revivir lo que seguramente

nunca ocurrió como ocurrió

o nunca quise perder,

y se esfumó entre mis dedos

como el agua y la sal

que a duras penas retienes

por unos instantes

en la orilla de la vida.

 

Caen a mis pies tus pasos

con la celeridad que llegaron

y los observo con la pena

de un apego infantil

poco sano;

caen a tus pies

sin tú saberlo ni desearlo,

el anhelo de un sueño compartido:

mi verso sobre tu verso,

mi espacio renombrado

en tu universo,

cayendo lento y esquivo,

secando la piel

y quebrando un aire

que se vuelve irrespirable.

 

Pero todo es la nada

y sana el tiempo igual

la desnudez que el abrigo,

el descuido que el celo,

el llanto que la risa;

pues nada encuentra

que no sea parte y todo,

parte del mismo encuentro

o el total del camino,

como tus cinco segundos

que a la eternidad

le supo a quimera,

a beso y silencio.

 

Me dejo llevar

Atardecer en Las Canteras

Me dejo llevar

por una luz

que ya no quiere estar

y disipa su imagen

tras un horizonte

con nubes.

 

Mis pasos son

lo más parecido

a tu aroma

y hoy tu olor

es profundo.

 

Camino, camino, camino

 

Siempre camino

y te busco…

Entre los rostros

te busco

en las siluetas

te busco

en los paisajes…

 

Y este vespertino

desvarío mío,

solo mío,

va perdiendo

su sonido.

 

Se va la luz

y con ella

mi silencio.

 

Vuelve a mi

el sonido violento

de unas olas

y los platos chocantes

de la cafetería.

 

Vuelvo a ser

orgánicamente presente

con tinta, ojos

y manos

 

Despacio, despacio.

 

Se detienen

mis dedos en el papel,

despacio…

 

– ¿Cuánto es?

– Cuatro con cuarenta

– ¡muchas gracias!

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(…) Yo no vendo ni rajo mi pasión. Silvio Rodríguez «Compañera»